mercoledì 3 marzo 2010

La muerte Ocultada


A cazar iba Don Pedro. Por esos montes arriba; caminara siete leguas sin encontrar cosa vica, si no fuera cuervos negros, que los perros no querian.
Apeòse a descansar al pie de una seca encina; caìa la nieve a copos y el agua menuda y frìa. Allegòsele la Muerte a tenerle compañia.
Don Pedro vuelve hacia casa, el alma apenas metida.
-¡Albricias, hijo Don Pedro, qe dármelas bien podías, pues tu querida Doña Alda un varón parido había!
-Albricias pedís, mi madre, tristes albricias serián; ¡mala caza es la que traigo: la Muerte en mi compañia!
Hágame, madre, la cama allá en la sala de arriba; que nada sienta Doña Alda de este mal que yo traía, y no le digan mi muerte hasta los cuarenta días.
Mientras que le hacen la cama entrara a ver la parida : -¡Dios te bendiga, Doña Alda, y al infante que tenías!
Dios bendiga en mi ausencia, que el rey a llamarme envía.
A eso de la medianoche la casa se estremecìa: en el cuearto de don Pedro grandes lamentos hacían: en el cuarto de Doña Alda, al miño hacen alegrías.
-Diga, diga, la mi suegra, dígame, mi siempre amiga, ¿Por quién tocan las campanas, que suenan tan doloridas?
- No tocan sino por tí, que con bien partido habías.
-Paréceme oir responsos, ¿a quién enterraran irián?
-Es la fiesta del patrono y hay procesión en la villa.
Llegara Pascua de Flores; Doña Alda quiere ir a misa:
-Doga, diga, la mi suegra, ¿Que vestido me ponía?
-Como eres rubia y muy blanca, lo engro bien te sentaría.
-¡Viva, viva mi Don Pedro, la prenda que má quería!,
que para vestir de luto bastante tiempo tendría.
Las doncellas van de negro ella de oro y gran fina.
Encontraron un pastor que de su hato volcía :
-¡Que viudita tan hermosa ; viuda y de grana vestida!
-Diga, diga, la mi suegra ese pastor, ¿que decía?
-Que caminemos, Doña Alda, que perderemos la misa.
Al entrar para la iglesia, a tomar agua bendita;
-Diga, diga, la mi suegra, diga la mi siempre amiga
¿por quién son esos hachones que arden en nuestra capilla?
-Dirételo, Doña Alda, pues de saberlo tenías: aquí se enterró Don pedro,
la prenda que más querías.
¡Llorar como ella lloraba!, ¡plañido el que ella plañia!;
los anillos de sus dedos con sus dientes retorcia;
vestidos de grana y oro, en pedazoz rompía.
-¡Desghraciado de mi hijo, sin padre y madre sería!
¡Cuidesmelo tú, mi suegra;
yo con Pedro me iba!
¡Valgame la Virgen santa,
Valgame santa María!

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